En diciembre de 1994 anunció la creación de una organización política, Perú Posible, y su candidatura para las elecciones presidenciales del 9 de abril de 1995, en las que sólo obtuvo el 3,2 % de los sufragios. En 1996 presentó el manifiesto Cartas sobre la mesa: testimonio y propuestas para un país posible, en el que denunciaba la corrupción y arremetía contra las políticas económicas de los últimos gobiernos.
Toledo apareció en el primer plano de la política nacional a finales de 1999, cuando desafió al presidente Alberto Fujimori en su intento de presentarse como candidato para un tercer mandato presidencial, de dudosa constitucionalidad. El Cholo (aldeano indio trasladado a la ciudad), apodo con el que fue bautizado por sus orígenes indios, empezó a encarnar la resistencia democrática frente a un sistema autoritario y corrupto. En la primera vuelta electoral, celebrada el 9 de abril de 2000, obtuvo el 40,3 % de los votos, mientras que Fujimori alcanzaba oficialmente el 49,8 %.
Toledo fustigó «el andamiaje fraudulento» que le había robado las elecciones y el 18 de mayo anunció que no concurriría a la segunda vuelta si ésta no se aplazaba hasta el 18 de junio, a fin de corregir las innumerables irregularidades detectadas por los observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA). Fujimori rechazó el aplazamiento y Toledo retiró su candidatura, reiteró la acusación de fraude y pidió el boicoteo de las urnas. No obstante, la segunda vuelta de las elecciones se celebró el 28 de mayo y Fujimori se atribuyó la victoria, a pesar de que las papeletas con el nombre de Toledo sumadas a las depositadas en blanco superaron el 50 %. Perú Posible fue la segunda fuerza por el número de votos (23,2 %) y logró 26 escaños.
Mientras el Cholo arreciaba su campaña contra el régimen, la situación experimentó un drástico vuelco a mediados de septiembre, cuando se divulgó un vídeo en el que Vladimiro Montesinos, asesor presidencial y jefe encubierto de los Servicios de Inteligencia Nacional (SIN), aparecía sobornando a un diputado que había abandonado las filas de la oposición para integrarse en las gubernamentales. El escándalo alcanzó tales proporciones que Fujimori, tras diversas maniobras para aferrarse al poder, dimitió el 19 de noviembre, mientras se encontraba en Japón. Sin embargo, el Congreso (Cámara única de 120 miembros) no aceptó su renuncia y lo destituyó por «incapacidad moral permanente» el 21 de noviembre de 2000.
En la nueva campaña electoral, incapaz de imponerse como «el candidato de unión nacional», Toledo partió como favorito y tuvo que afrontar algunas supuestas revelaciones poco edificantes sobre su pasado, aireadas por la oposición e incluso por la prestigiosa revista Caretas: su negativa a reconocer a una hija ilegítima de trece años y la amenaza de divulgación de un vídeo escabroso en el que aparecía, bajo los efectos del alcohol y la cocaína, rodeado de mujeres en un hotel de lujo de Lima.
Rehuyó la polémica y atribuyó los ataques personales al racismo latente en amplios sectores de la sociedad, alarmados por la posibilidad de que un amerindio llegara a la presidencia de la república. Aunque populista en su discurso -se presentó como el candidato de los indios y los pobres-, Toledo defendió la más estricta ortodoxia en materia de política económica y prometió crear un millón de empleos.
Toledo apareció en el primer plano de la política nacional a finales de 1999, cuando desafió al presidente Alberto Fujimori en su intento de presentarse como candidato para un tercer mandato presidencial, de dudosa constitucionalidad. El Cholo (aldeano indio trasladado a la ciudad), apodo con el que fue bautizado por sus orígenes indios, empezó a encarnar la resistencia democrática frente a un sistema autoritario y corrupto. En la primera vuelta electoral, celebrada el 9 de abril de 2000, obtuvo el 40,3 % de los votos, mientras que Fujimori alcanzaba oficialmente el 49,8 %.
Toledo fustigó «el andamiaje fraudulento» que le había robado las elecciones y el 18 de mayo anunció que no concurriría a la segunda vuelta si ésta no se aplazaba hasta el 18 de junio, a fin de corregir las innumerables irregularidades detectadas por los observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA). Fujimori rechazó el aplazamiento y Toledo retiró su candidatura, reiteró la acusación de fraude y pidió el boicoteo de las urnas. No obstante, la segunda vuelta de las elecciones se celebró el 28 de mayo y Fujimori se atribuyó la victoria, a pesar de que las papeletas con el nombre de Toledo sumadas a las depositadas en blanco superaron el 50 %. Perú Posible fue la segunda fuerza por el número de votos (23,2 %) y logró 26 escaños.
Mientras el Cholo arreciaba su campaña contra el régimen, la situación experimentó un drástico vuelco a mediados de septiembre, cuando se divulgó un vídeo en el que Vladimiro Montesinos, asesor presidencial y jefe encubierto de los Servicios de Inteligencia Nacional (SIN), aparecía sobornando a un diputado que había abandonado las filas de la oposición para integrarse en las gubernamentales. El escándalo alcanzó tales proporciones que Fujimori, tras diversas maniobras para aferrarse al poder, dimitió el 19 de noviembre, mientras se encontraba en Japón. Sin embargo, el Congreso (Cámara única de 120 miembros) no aceptó su renuncia y lo destituyó por «incapacidad moral permanente» el 21 de noviembre de 2000.
En la nueva campaña electoral, incapaz de imponerse como «el candidato de unión nacional», Toledo partió como favorito y tuvo que afrontar algunas supuestas revelaciones poco edificantes sobre su pasado, aireadas por la oposición e incluso por la prestigiosa revista Caretas: su negativa a reconocer a una hija ilegítima de trece años y la amenaza de divulgación de un vídeo escabroso en el que aparecía, bajo los efectos del alcohol y la cocaína, rodeado de mujeres en un hotel de lujo de Lima.
Rehuyó la polémica y atribuyó los ataques personales al racismo latente en amplios sectores de la sociedad, alarmados por la posibilidad de que un amerindio llegara a la presidencia de la república. Aunque populista en su discurso -se presentó como el candidato de los indios y los pobres-, Toledo defendió la más estricta ortodoxia en materia de política económica y prometió crear un millón de empleos.
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